Expedición al océano Índico

Expedición de JBL al océano Índico 2018

Expedición de JBL al océano Índico 2018

Buscando gecos y camaleones en la jungla de Madagascar

Lamentablemente, el avión salió demasiado tarde de Nosy Be y tuvo que hacer una breve escala imprevista en medio de la nada antes de que pudiéramos aterrizar en Antananarivo, la capital de Madagascar, después de la puesta de sol. En realidad, los coches que nos tenían que llevar al hotel en el centro de la ciudad no deberían estar activos después de anochecer. Los asaltos no son raros, sino algo prácticamente habitual. Como nuestro mini convoy estaba formado por cinco SUV negros pero parecía un convoy del FBI, llegamos al hotel sin percances. Pero a la mañana siguiente entendimos rápidamente por qué las calles de la capital de Madagascar son unos de los lugares más peligrosos del mundo. La pobreza saltaba a la vista. Muchas personas habían dormido en la calle justo enfrente de la entrada del hotel. Algunas se habían hecho un refugio provisional con cajas de cartón, ya que las temperaturas son muy bajas por la noche en esa ciudad de 1,8 millones de habitantes situada a 1100 m de altitud.

Algunos miembros de nuestra expedición quisieron regalar de forma espontánea sus reservas de comida a las personas que había delante del hotel. Así se produjeron unos encuentros realmente agradables con los más pobres de entre los pobres.

Algunos de nosotros no se sentían nada bien. Habían pillado algo y estaban todo el rato entre el váter y el lavabo. Intentamos comprar en una farmacia algunos medicamentos que les ayudaran antes de dejar la capital y seguir nuestro viaje con los coches por el campo en dirección al parque nacional situado al este.

Tras un trayecto de unas cuatro horas llegamos a la región de Andasibe, en la que hay muchos parques nacionales juntos. Ya en el aparcamiento a la entrada del primer parque descubrimos varios lagartos, insectos y arañas. Siempre pasa igual: tan pronto como nuestro grupo sale de los coches, se dispersa como un enjambre de abejas para buscar animales. Entonces es muy complicado volver a atraparlos para que sigamos andando todos juntos de forma ordenada. Pero nuestros guías locales empezaron a ponerse nerviosos, ya que no se puede permanecer en los parques caída la noche. Por fin nos fuimos a la selva tropical. Pero a un ritmo que hasta los corredores de maratón keniatas habrían tenido problemas. Nadie tuvo tiempo de mirar hacia la derecha o la izquierda, y mucho menos de buscar animales o hacer fotos. Lo único importante era no quedarte atrás, porque hubiera sido imposible encontrar el camino de vuelta al aparcamiento.

El único descanso del guía lo provocaron unos lemures, los famosos prosimios de Madagascar. Él conocía un lugar donde se podían ver estos animales. Con una parte de nuestra tropa, que todavía podía andar erguida, descendió una pendiente escarpada para acercarse a los animales. Yo me quedé con los demás que estaban agotados y encontramos justo al lado del camino dos lemures que se dejaron fotografiar tranquilamente a tan solo 50 cm de distancia, mientras que nuestros decatletas y el guía encontraban algunos lemures en las copas de los árboles a 10 m de distancia.

Después de haber llegado todos de vuelta al aparcamiento, y eso sin haber perdido a nadie, tuvimos una charla seria con el guía. Al día siguiente no podía repetirse ese maratón por la jungla e intentamos explicarle otra vez al guía cuál era nuestro objetivo: tener tiempo para buscar animales, analizar biotopos y hacer fotos. Correr poco y, a ser posible, un lugar con agua. Después nos fuimos al albergue que sería nuestra casa durante los tres días siguientes.

El albergue estaba perfectamente ubicado: lejos de la carretera más cercana y justo al lado de un parque nacional. Eso nos daba esperanza de poder encontrar muchos animales interesantes al anochecer.

Después de la puesta de sol salimos armados con linterna frontal, cámara de fotos y flash. Debían de haber muchas ranas a juzgar por el ruidoso croar que se oía. Buscamos por los arbustos, los árboles y el suelo, y tuvimos éxito. En el mismo terreno del albergue podían encontrarse insectos interesantes, muchas especies de rana y también camaleones.

A la mañana siguiente iniciamos el segundo intento con nuestros amantes malgaches de los maratones. Y hete aquí, la distancia se redujo a un medio maratón y un riachuelo nos servía de orientación, por lo que no importaba si el guía desaparecía en la selva delante de nosotros.

Bajo una cascada pequeña se había formado una poza en la que pudimos hacer fotos subacuáticas mientras hacíamos snorkel. Pudimos contemplar una especie de pez, muchos renacuajos y una especie muy bonita de caracol. En el agua hacía bastante fresco sin traje de buceo a 24,2 °C. Los parámetros del agua eran típicos de muchas regiones tropicales: pH 6,5, ninguna dureza general o de carbonatos cuantificable, pero una conductividad de 36 µS/cm. Eso significa que no había disueltos ni calcio ni magnesio en el agua, pero que había otras sales.

En la misma selva tropical no pudimos descubrir muchos animales. Solo los eslizones (Zonosaurus karsteni) podían verse con más frecuencia. Poco antes de llegar a los coches volvimos a ver en los árboles lemures que se dejaron fotografiar de buena gana.

Pero no estábamos nada contentos con el resultado de la búsqueda de otros «bichos», ya que Madagascar se conoce por su enorme variedad de camaleones y gecos. Nuestro guía maratoniano prometió que al día siguiente tendríamos más éxito.

Al día siguiente nos fuimos a otro parque nacional y, como por arte de magia, en cada árbol había una especie de camaleón distinta.

No podemos demostrarlo, pero parecía como si los guías hubieran soltado los animales justo antes de que llegásemos y los hubieran vuelto a recoger después. Había incluso una serpiente que presentaba heridas en la cabeza, que podría haber sido golpeada y luego capturada por los guías.

Sin que nos vieran, soltamos la serpiente en un arbusto con la esperanza de que se recuperase de sus heridas. Por suerte, encontramos por nosotros mismos sin los guías una de las dos especies de boa que existen allí (Sanzinia madagascariensis) y una culebra (Thamnosophis infrasignatus - gracias a Kathrin Glaw por la identificación).

Roland Böhme, el jefe de JBL, tuvo un encuentro muy emotivo con una criatura de tan solo dos centímetros de longitud y de igual altura. Joachim Böhme, el padre de Roland y fundador de JBL, era un experto en escarabajos y le hubiera encantado ver alguna vez en vida justo esta especie endémica de Madagascar: el gorgojo jirafa (Trachelophorus giraffa). No le fue dado este deseo, pero su hijo sí que se topó con este peculiar animal.

Estábamos fascinados por la naturaleza, pero muy decepcionados con los guías. Es una pena que los visitantes tengan que concertar un guía SIEMPRE, quieran o no. Los exámenes de biotopo dieron como resultado muchos datos interesantes: la temperatura del aire oscilaba entre los 20 °C por la noche hasta las 6:30 h de la mañana, y 29,4 °C como máximo a las 12:30 h del mediodía. La humedad atmosférica oscilaba entre un 60 % al mediodía y un 96 % por la tarde.

Las mediciones de temperatura en la superficie de la madera y las plantas también proporcionaron mucha información interesante para el mantenimiento del terrario, ya que solemos generar una gran cantidad de calor con nuestras lámparas y a veces no sabemos cuánto debemos reducir la temperatura en los terrarios por la noche. Medimos las superficies cada hora con unos radiómetros infrarrojos, y en la madera obtuvimos unas temperaturas de entre 18 y 26,2 °C al mediodía. Las temperaturas medidas en las hojas de las plantas oscilaban entre19,2 (9:30 h) y 26,2 °C a las 13:30 h, por lo que eran más o menos iguales que las de la madera.

Para finalizar nuestra estancia en Madagascar queríamos contemplar una vez más la diversidad de lemures tan cerca como fuese posible. Hasta la fecha se han descrito unas 100 especies. En un parque de lemures, en el que varias especies viven en islas transitables, pudimos hacer realidad este deseo y observar estos graciosos prosimios a muy poca distancia.

Simios y prosimios entre sí

En el parque de lemures es posible acercarse mucho a los lemures. Son extremadamente curiosos y glotones. Esto no tiene importancia alguna desde un punto de vista biológico, pero es una experiencia realmente bonita. Dado que los prosimios viven en libertad en islas pobladas de árboles, esto tampoco afectará negativamente a los animales.

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