Expedición 2023 al Pacífico Sur

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Desde Alemania son unas 20 horas de vuelo y dos pernoctaciones (San Francisco y Tahití) hasta aterrizar en el atolón Fakarava de unos 600 habitantes. También resulta útil usar los aeropuertos no solo como escalas sino también para explorar un poco la zona. La primera escala fue San Francisco en California. Solo nos quedaba una tarde y una mañana entre haber llegado de Fráncfort y antes de salir hacia Tahití, pero es sorprendente ¡lo que cunden unas pocas de horas!

El propósito de los miembros de la expedición por la tarde era visitar el famoso Fisherman´s Wharf (Muelle del Pescador) y el Pier 39, donde pueden verse muchísimos leones marinos. Bajamos con el tranvía la cuesta realmente pronunciada de la ciudad hasta, sin duda, la zona turísticamente más atractiva de la San Francisco. Se vive una atmósfera fantástica paseando entre los edificios junto al mar y viendo las delicias culinarias de la zona. Lo que pasa es que, normalmente, los paseos de los acuariófilos son algo distintos. Es importante echarle un vistazo al agua por el espigón para ver los peces que hay. ¿Y qué cangrejos están ahora mismo intentando escaparse de su acuario?

El Pier 39 es fácil de encontrar. ¡Solo hay que seguir el mal olor de los leones marinos! Ver a estos grandes mamíferos marinos en una zona portuaria es algo surrealista, pero genial.

A la mañana siguiente, el equipo se levantó tempranísimo por la diferencia horaria de nueve horas. En San Francisco se pueden alquilar patinetes eléctricos, un medio de transporte bastante útil. Solo las cuestas pronunciadas son un obstáculo, pero también hay itinerarios que evitan las peores cuestas. Así que nos fuimos al Golden Gate, otra vez a Fisherman´s Wharf, atravesamos el Distrito Financiero, volvimos al hotel, y de allí, al aeropuerto.

Hasta Tahití en la Polinesia Francesa son unas ocho horas de vuelo. Ya nos sabíamos de memoria las películas de a bordo, así que las vimos otra vez, pero en chino. Es una experiencia interesante escuchar a Tom Cruise hablando en chino. Además, eso ayuda a la hora de dormirse. Ya era tarde cuando llegamos a Tahití. Pero pudimos cenar algo en un mercadillo de comida rápida local antes de irnos a la cama.

Al día siguiente, la noche se acabó de nuevo sobre las cinco de la mañana. La diferencia horaria con Alemania era allí de 12 horas, y un gallo trastornado mental tampoco ayudó. Pero ya lo preveíamos, así que habíamos reservado unas vespas. Con ellas nos fuimos por la carretera costera que rodea Gran Tahití.

Junto a una cascada descubrimos anguilas (Anguilla marmorata) que, no obstante, eran mucho más gruesas que las anguilas europeas. A cierta distancia se podía ver la isla vecina de Moorea, que ya visitamos en una expedición de JBL en 2015. Alrededor del mediodía salió el avión hacia el nordeste con destino a la isla Fakarava en el archipiélago Tuamotu.

Ya durante el aterrizaje aumentaba la emoción por bucear y hacer snorkel en el agua cristalina. Desde arriba se veían los atolones pequeños como anillos en el océano azul. Estábamos impacientes por meternos en el agua.

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